Consciente de que gran parte de la población no gusta del actual himno nacional y que su música está muy lejos de competir con los himnos más prestigiosos del momento: el británico, todo pompa y circunstancia, el ruso, tan Tchaikovsky-leninista, el americano y el francés, tan inflamadores de orgullos patrios, el gobierno ha decidido cambiarlo por una composición que despierta la vena patria en cualquier oyente y define al país inequívocamente más allá de nuestras fronteras: El pasodoble “Paquito el chocolatero”. Este famoso pasodoble, final pachanguero de todas las fiestas locas, será a partir de ahora el nuevo himno nacional, un himno que será la envidia de todo el mundo e influirá en el número de medallas de oro que España conquiste el en futuro, pues los jueces, deseosos de escucharlo, y ver cómo los deportistas en sus podios mueven las caderas cuando suena el pasaje que se acompaña con un “¡hey, her, hey!”, tratarán de favorecer, aún a nivel inconsciente, a nuestros deportistas. Noticias de acá y de allá ha averiguado que previamente se habían descartado otras opciones, como la canción “¡Qué viva España!” y esa cantinela de moda que suele entonarse saltando y borracho “Soy español, español, español…”
Como una consecuencia de lo anterior, se ha pensado cambiar la bandera de España, también con un porcentaje de detractores que la hace incompatible con una España “unida” en comunidades autónomas. El diseño de la nueva bandera se le ha encargado a Ágata Ruíz de la Prada. La ventaja de habérselo encargado a esta diseñadora es que cualquier ciudadano podrá hacerse una bandera con retales que tenga por casa, algo conveniente en tiempos de crisis.
La oveja feroz
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