Paisajes
después de la botella
de
Juan
Güisquisolo
Patético relato de un hombre vencido por el delirium tremens. El protagonista, un
hombre que ha hecho del morapio su opio, narra, con un optimismo que debe mucho
a Cioran y Thomas Bernhard, sus visiones provocadas por la incontinencia. Desde
las habituales alucinaciones de insectos reptando por las paredes de su cuarto
(entre las que destacan sus repetidas representaciones de chinches copulando
con chinchetas), hasta las imágenes terroríficas de un portavoz al que muertos
republicamos clamaban justicia llamándole “Hernando, Hernando”, mientras él
sonreía con chulería (qué sonrisa más horripilante), el narrador describe un
sinnúmero de visiones a cual más clarificadora y pintoresca. Por su belleza
resalta la fantasía que muestra a una conocida estrella de cine, cuyo nombre
omitimos por decencia, en el momento de meterse una botella de Rioja por cierto
sitio innombrable, botella que, para sosiego del delirante, está vacía. Otra
visión que impresiona por su crudeza es la que representa a un hombre que repta
por una alfombra de alambre de espino para alcanzar un garrafón de tinto,
garrafón que se aleja a medida que el sujeto se desgarra el cuerpo con los
pinchos de la alfombra. El protagonista recurre a varios terapeutas, pero las
deudas contraídas por los altos honorarios de éstos, cuando finalmente se
encontraba curado, le llevaban de nuevo a aferrarse a la botella. Obra
aleccionadora para aquellos que consideran que ella, la botella, es la mejor
amante.
Obra publicada por Ediciones
B/ODO con el patrocinio de la Asociación de Alcohólicos Conocidos.
Leo
Bücher
Crítico
de su majestad
07.09.15
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