San
Jerónimo, en la Historia de los Padres
del desierto, refiere que un centauro tuvo una conversación con San Antonio
el ermitaño; y luego cuenta una entrevista mucho más larga que el mismo San
Antonio tuvo con un sátiro. San
Agustín, en su sermón treinta y tres, dice cosas tan extraordinarias como San
Jerónimo: «Era ya obispo de Hipona cuando fui a Etiopía con algunos servidores
de Cristo para predicar allí el Evangelio.
Vimos en aquel país muchos hombres y mujeres sin cabeza, que tenían dos
ojos grandes en el pecho; y encontramos en regiones más meridionales un
pueblo, cuyos habitantes no tenían más que un ojo en la frente» etcétera. Eso
lo he sacado de Voltaire.
Si este librepensador francés hubiera visto la guerra de zombies que es el
asalto a las rejas de la virgen del rocío, ¿no pensaría que San Agustín, San Gerónimo
y todos los otros visionarios eran unos pardillos sin imaginación. Pues ahí
estamos. Este mundo no lo arregla ni Dios. Ningún Dios. Buena nos espera.
La
oveja feroz
19.06.17
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