En un artículo sobre el terrorismo, Sánchez Ferlosio sostiene que todas las instituciones humanas tienden, por su propia configuración ontológica, a convertirse en fines en sí mismos, a perpetuarse al margen de los fines para los que han sido creadas. Ellas se convierten en razón suficiente de su propia existencia. Y de estas instituciones, aquellas que se hallan trabadas por vínculos de sangre y muerte, tan poderosos, en mucho mayor grado que las que se basan en intereses o en el dolor. En suma, una banda terrorista, aun cuando sus fines se hayan diluido, o no posean ya la misma prioridad o urgencia, tenderá, por la propia inercia del organismo, a perpetuarse, a no desaparecer. Se me ocurre que esta perpetuación se ve reforzada por el aspecto burocrático de todo “negocio”: gente que vive de ello, matones, organizadores, extorsionadores. Muchos puestos de trabajo.
Pues bien, creo que Sánchez Ferlosio tiene razón, o razones, pero estas razones, que sirven para analizar un aspecto del terrorismo, sirven también para analizar las múltiples asociaciones de víctimas del terrorismo. Sin entrar en su legítimo dolor, en su lucha por el reconocimiento de las vidas sesgadas por la irracionalidad terrorista, estas instituciones están también sujetas a las mismas leyes de perpetuación, a la inercia de la supervivencia, que depende, principalmente, de que exista el enemigo exterior, la causa de su creación. Si además estas asociaciones están instrumentalizadas por ciertos sectores políticos, que se aprovechan de ellas para sacar réditos electorales, su perduración y su instinto de supervivencia se acentúan. Es por eso que muchas veces da la impresión de que estas instituciones prefieren que el terrorismo siga, que continúen las muertes, pues es la propia supervivencia de los asesinos y su ideario lo que las mantiene, su razón de existir. Quizá por ello que se oponen con todas sus fuerzas ante posibles conversaciones del gobierno para llegar a un acuerdo que acabe con la situación, un acuerdo que pondría en peligro su razón misma de existir, aunque ello conllevara la extinción de la banda terrorista. Y aún menos lo consentiría el sector político que reditúa estos movimientos, pues se les acabaría una fértil fuente de indignación ciudadana que poder dirigir contra el partido al que se oponen. No digo que los miembros de las AVT’s se opongan conscientemente a cualquier intento de poner fin al terrorismo de las que son víctimas, es la propia institución, su inercia, la conveniencia de sus gestores (bien retribuidos y con proyección mediática) lo que se opone a éste, por otra parte loable (y presuntamente perseguido), fin de la violencia terrorista. He dicho.
La oveja feroz
16.05.11
lunes, 16 de mayo de 2011
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