Hasta hoy las cartas de recomendación eran propias de las clases bajas: sirvientes, empleados de comercio, subalternos de toda condición. En la carta, un empleador o amo anterior daba informes positivos del sujeto: hombre probo, mujer trabajadora, persona que acude con regularidad a la iglesia, etc. Este proceder debe cambiar. Debe exigirse un certificado de buena conducta al empleador, al señor que quiere contratar criados y sirvientes, al dueño de los comercios que han de emplearnos. Deben presentarnos a nosotros, los dispuestos a aceptar esos puestos, credenciales que les acrediten como personas honestas, de buena conducta y trato agradable y una confirmación de que están al día en el pago de impuestos o otras tasas fiscales. Las credenciales de buena conducta no deben ser sólo para el empleado sino también para el empleador. Y con más motivo. Él, si el empleado no cumple, le despide y ya está. Pero si un empleador es un corrupto o un sinvergüenza, el empleado se queda sin cobrar sus emolumentos, poniendo a su familia en peligro de pasar hambre. Y no puede hacer nada, pues sus recursos no dan para contratar abogados. Impongamos las cartas de recomendación para empleadores y empresarios. Añádase esta reivindicación a las demás del movimiento de indignados del 15 M.
La oveja feroz
11.08.11
jueves, 11 de agosto de 2011
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