Los críticos literarios, siguiendo
los pasos de la nueva cocina y sus estrambóticos platos de nombres
sofisticados, ha decidió incorporar a su bagaje léxico para juzgar las obras
del prójimo, el concepto de “colesterol literario”, esa grasa de la prosa que
puede obturar las venas narrativas de un texto, y conducirlo a un ataque al
corazón de la novela. Para combatir esta nueva enfermedad, se recomiendo
tratamientos a base de Quevediana o Gracianesca, pero conviene usar estos
fármacos literarios con precaución por su carácter altamente adictivo.
La
oveja feroz
17.02.14
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