Queridos adefesios:
Hoy me gustaría hablaros de los eslóganes, esas breves consignas que nos incitan a consumir, a enardecernos de patriotismo o cagarnos en dios. Podría titular mi sermón: ¡No más eslóganes! En fin, podría titularlo de muchas maneras, pero lo importante no es titularlo sino emitirlo. Aquí va:
El eslogan es el caballo de Troya que los manipuladores introducen en la conciencia del elegido a persuadir. Esta frase, digna de un eminente sociólogo o un premio Nobel de la modernidad, es mía, pese a que sospechéis que la he hurtado.
En fin, vivimos en un mundo dirigido por el marketing y la publicidad, una sociedad donde se prefiere persuadir a imponer, o a imponer persuadiendo, que sería más acertado, y los detentadores de los medios de persuasión no han encontrado mejor forma de convencernos rápida y duraderamente que mediante lemas fáciles de recordar, esto es, elóganes. El eslogan se utiliza tanto en política (“Hacienda somos todos”), el ejército (“La marina te llama”), la publicidad (“Just do it”), la contracultura (“Prohibido prohibir”), la religión (“Salvación eterna o le triplicamos su dinero”), la intelectualidad (“Dios ha muerto”) y cualquier otra área de la que podamos pensar. Como puede apreciarse por los ejemplos traídos a colación, un buen eslogan puede servir tanto para vender zapatillas deportivas como para alcanzar la salvación. Su poder es inmenso. Sin su apoyo, pocas empresas lograrían cumplir sus objetivos. De hecho, todo negocio que emerge debe primero buscar un buen eslogan o motto, antes de conseguir el dinero para financiarlo: “Dadme un buen eslogan y moveré el mercado”
El mundillo del eslogan se ha visto en los últimos tiempos casi monopolizado por dos poderes encontrados, la publicidad o mercadotecnia, y la contracultura. Y es, en mi opinión, la contracultura la que lleva la delantera. Dejando a un lado la prolífica cosecha de Mayo del 68 (“La revolución cesa en el momento en que se hace necesario sacrificarse por ella”; “Después de Dios, el arte ha muerto”; “No cambies de jefes, cambia de vida”; “Bajo los adoquines está la playa”, etc.), la contracultura nos ha dado ejemplos egregios como los siguientes:
. Los bombardeos pueden acabar con la guerra - ¡Bombardeemos el Pentágono ya!
. ¡Ballenas lesbianas contra la bomba!
. Enrólate en el ejército. Viaja, conoce a gente interesante… y mátalos.
. ¡Gracias a Dios por el aborto! (Peter McWilliams)
. Piensa estúpidamente, actúa globalmente. (Iglesia de los SubGenios)
. If Voting Changed Anything, They’d Make It Illegal.(Si el votar cambiara algo, lo declararían ilegal) (En una chapa)
Y esta otra, genial donde las haya, y antmilitar a carta cabal:
. LA GUERRA ES BUENA PARA LOS NEGOCIOS. INVIERTA A SU HIJO. (Poster anti Vietnam de Seymour Chwast)
. Dios, adiós. (JI Ferreras)
Pero no se crea que esto de los eslóganes, estas frases que tiran del significado y se pegan en la conciencia, son originales del presente. Ya a principios de siglo el movimiento Dada acuñó eslóganes (entonces se llamaban consignas) que nada tienen que envidiar a los de la moderna contracultura. Unos ejemplos:
. ¡Cuidado, no jugar en la hierba: recién pintado!
. Las puertas más bellas son aquellas detrás de las que alguien grita: ¡Abrid en nombre de la ley!
. Die Menschen sind Schauspieler der Ewigkeit (Los hombres son juguetes de la eternidad).
En nuestros días, estas consignas están presentes en cualquier evento en el que participen mentes lúcidas. Como en una manifestación celebrada en Londres a favor del escritor indio Salman Rushdie, donde apareció una pancarta que decía: “¡Avisad a Voltaire!” Consigna certera, tres palabras que resumen dos siglos de pensamiento occidental.
Las consignas o eslóganes impregnan nuestro mundo hasta llegar a encontrártelas en los sitios más insospechados. ¿Qué mejor consigna que ésta que apareció pintada en un wáter?:
Un hombre sin Dios es como un pez sin bicicleta.
Más que un eslogan semeja un acertijo zen. O esa consigna que apareció en un muro de Portugalete:
¡ETA mátate!
Un eslogan, todo hay que decirlo, digno de que se llevase a buen término (además es un palíndromo). O esa otra, en otro muro, que atribuye su autoría a un Dios mosqueado con Nietzsche, y que decía:
Nietzsche ha muerto.
Dios.
O esa otra que semeja el porvenir de un tardío Mayo del 68:
La izquierda es cuando no estoy en casa.
Siguiendo con los eslóganes y la contracultura, la Iglesia de los SubGenios ha hecho un verdadero arte de esta especialidad, todo para mejor difundir una fe nueva, sacra… y divertida. Estos son algunos de los eslóganes que he podido extraer de sus enseñanzas:
.¡Legalizar la pornografía y prohibir el trabajo!
. Desenchufa el sistema antes de que te funda los fusibles.
. Ama a tu vecino(a), una y otra vez.
. Muerte antes que deshonor, drogas antes del desayuno.
. Demasiado es siempre mejor que insuficiente.
. Actúa como un imbécil y ellos te tratarán como a un igual.
. ¡Todo el que conduce un Porsche no se lo merece!
Como veis, los eslóganes son frases que, cuando no van encaminadas a sacarte los cuartos o a convertirte en un zombi consumista, son muy divertidas y derrochan ingenio. Son casi un orgasmo de la imaginación. Y hablando de orgasmos y de imaginación, terminemos este atípico artículo con un eslogan definidor:
¡La imaginación al joder!
He dicho, queridos adefesios.
La oveja feroz
13.01.10
miércoles, 13 de enero de 2010
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