La fe no mueve montañas, las alquila al mejor postor

¿Conocéis esa historia que nos contaban los curas, sobre el verdadero poder de la fe? Una persona que fuera un pecador toda su vida, si en el momento de expirar se arrepintiese, entraría en el reino de los cielos. Pero si un hombre honrado y trabajador, en el último momento duda, por lo que ha visto, de la bondad del Creador, éste hombre es conducido a las profundidades de averno a sufrir eternamente. ¿Dónde está el “catch” del asunto, el truco? Es muy claro. Expongámoslo de una manera más moderna, con personajes que todos conocemos. Un banquero o plutócrata vive toda su vida haciendo el mal para ganar dinero: hipoteca a los pobres y les quita las viviendas cuando éstos no pueden pagar, desforesta los bosques tropicales para hacerse muebles, presta dinero a intereses usurarios, despide a miles de personas de sus fábricas sólo para multiplicar sus beneficios, vive en mansiones que necesitan cuentos de servidores mal pagados, apoya a políticos xenófobos o anti-obreros. Pero tiene cuidado de tener un confesor particular y cuando muere en la opulencia, confiesa sus pecados. Va al cielo. Por otro lado tenemos a un obrero o empleado de fábrica. Es un padre de familia ejemplar. Trabaja toda su vida, lucha contra la injusticia en partidos obreristas u organizaciones solidarias. Paga sus impuestos. Pero no va a misa y en el lecho de muerte duda de que exista un ser magnánimo que rige los destinos humanos. Ese hombre va al infierno a sufrir penas infinitas. Eso enseña la Iglesia que monopoliza nuestras creencias. Pocos en el seno de esta Iglesia (¡la idiotez!, ¡La idiotez!) ven la aberración que supone tal creencia. Y es que todo parece hecho para disculpar al caradura, al malhechor, al hijoputa. Aquí y en la otra vida, si la hubiera. Esta es la moral que lleva dos mil años triunfando en los corazones europeos. Porca miseria.

La oveja feroz
13.07.11