Menos mal que se va el 2009, un año que si sumamos sus dígitos (2+0+0+9=11), nos da un número aciago, el 11, como nos enseña ese gran libro sobre números titulado Numeromanía. Un 11 de septiembre ocurrió lo de las torres gemelas, otro 11, esta vez de marzo, ocurrió el atentado de Madrid. Despidamos, pues, con alegría un infausto año. Y para que disfrutéis del fin de año, uno de los patrocinadores de La oveja feroz os invita:
La oveja feroz
31.12.2009
jueves, 31 de diciembre de 2009
lunes, 28 de diciembre de 2009
Ah, la prevaricación de los tiempos pasados…
Don Carlos Arias Navarro le puso un estanco a una hermana suya, soltera o viuda, en la calle de Ayala, esquina a otra calle. Aparte la habitual venta de tabaco en un barrio tan bueno, don Carlos Arias Navarro dispuso que algún Ministerio o Dirección General le comprasen todos los efectos timbrados, papel de barba, etc., a su hermana, con lo que el estanco se convirtió en uno de los grandes negocios del barrio, y su bandera española, pintada sobre la madera de las puertas, se iba volviendo una bandera engordada con el viento próspero del negocio.
Ah, que tiempos en los que bastaba ponerle un estanco a una hermana. Hoy los Guertel, los Palaus, los Fabra, los Villalonga, y tantos otros (interminables) juegan en una liga de galácticos de la corrupción comparado con el provincianismo de aquellos días.
La oveja feroz
28.12.09
Ah, que tiempos en los que bastaba ponerle un estanco a una hermana. Hoy los Guertel, los Palaus, los Fabra, los Villalonga, y tantos otros (interminables) juegan en una liga de galácticos de la corrupción comparado con el provincianismo de aquellos días.
La oveja feroz
28.12.09
martes, 22 de diciembre de 2009
¿Era Thomas Edison tan inteligente?
Otro científico reputado es Thomas Edison. Pero reputado, ¿por qué? Sus aciertos podrían fácilmente ser compensados por el tamaño de sus desaciertos. Veamos algunas de sus opiniones sobre los temas científicos de su tiempo:
. Las películas habladas no reemplazarán nunca a las películas mudas. Hay inversiones tan enormes en el cine mudo que sería absurdo eliminarlas (1913).
. En quince años se venderá más electricidad para vehículos eléctricos que para luz eléctrica (1910).
. Me parece que las posibilidades del aeroplano, que tres años atrás parecía la solución del problema de las máquinas voladoras, ya ha agotado sus posibilidades y se debe investigar por otro lado (1895).
. No hay ninguna razón que justifique el uso de la alta tensión o de la corriente alterna, ni en su aspecto comercial ni en el científico. Mi deseo personal es que se prohíba totalmente el uso de la corriente alterna. Es tan innecesaria como peligrosa (1889).
Cuánto mejor si se hubiera callado.
La oveja feroz
22.12.09
. Las películas habladas no reemplazarán nunca a las películas mudas. Hay inversiones tan enormes en el cine mudo que sería absurdo eliminarlas (1913).
. En quince años se venderá más electricidad para vehículos eléctricos que para luz eléctrica (1910).
. Me parece que las posibilidades del aeroplano, que tres años atrás parecía la solución del problema de las máquinas voladoras, ya ha agotado sus posibilidades y se debe investigar por otro lado (1895).
. No hay ninguna razón que justifique el uso de la alta tensión o de la corriente alterna, ni en su aspecto comercial ni en el científico. Mi deseo personal es que se prohíba totalmente el uso de la corriente alterna. Es tan innecesaria como peligrosa (1889).
Cuánto mejor si se hubiera callado.
La oveja feroz
22.12.09
sábado, 19 de diciembre de 2009
¿Era Newton tan inteligente?
Isaac Newton, el gran científico al que todos adoran, la mente privilegiada que nos ató a la tierra con su teoría gravitatoria, tenía una mente de troglodita fundamentalista. Anglicano acérrimo, nunca puso en duda que Dios creara el universo en 6 días, que ahogó a todos los humanos menos una familia elegida, que Eva fue fabricada con una costilla de Adán, que la mujer de Lot se convirtió en una estatua de sal. Newton, por su parte, trató de aplicar sus conocimientos a calcular la fecha exacta del retorno de Jesús a la tierra. También estaba convencido de que la Iglesias Católica era el Anticristo. Tras su muerte, se descubrió que tenía un manuscrito de 850 páginas dedicado a las profecías bíblicas. No sé, no sé. Yo creo que si ve caer una manzana de un árbol, lo primero que hubiera pensado es en el paraíso y en el pecado de Eva. ¿A quién le quitaría las fórmulas y teorías científicas que le han hecho famoso? Además era tacaño, huraño, ermitaño, y un cabrón que no dudó en machacar a Leibniz aprovechándose que estaba en su feudo (la Royal Society), en relación con la prioridad en el hallazgo del cálculo infinitesimal. Ah, Newtoncillo, cabroncillo…
La oveja feroz
19.12.09
La oveja feroz
19.12.09
martes, 15 de diciembre de 2009
¿Dónde está Dios cuando sufren los niños?
¿Dónde está Dios mientras Israel machaca a los palestinos, África se muere de hambre y los banqueros se forran? ¿Dónde está Dios cuando los comerciantes de carne trafican con prostitutas, los comerciantes de armas con armas y los de drogas con gobiernos? ¿Dónde estaba Dios cuando Pinochet murió de viejo en la cama, Franco igual y otros muchos tiranos disfrutan de vidas regaladas a cuenta de miles de vidas tomadas? ¿Por qué Dios ha consentido que me pongan una multa por exceso de velocidad y un cabrón me raye el coche con una llave? ¿Dónde estaba Dios cuando hizo llover sobre mí en un lugar despoblado, con mi cazadora de ante y sin paraguas? ¿Hay algo JUSTO en esta PUTA vida? No, no y no. Pues sabéis lo que os digo: que le den por culo a todas las religiones, incluida la mía. Sobre todo a la mía.
La oveja feroz
15.12.09
La oveja feroz
15.12.09
Si los curas pariesen, el aborto sería un sacramento.
(Anónimo)
sábado, 12 de diciembre de 2009
Undécima epístola a los adefesios
Queridos adefesios.
Hoy me gustaría hablaros de un asunto de actualidad: El silencio proscrito. Si, hoy el silencio está mal visto. Casi proscrito. No está de moda. Ya casi nadie gusta del silencio. Antes tampoco, pero se le respetaba. Recuerdo que cuando comencé a trabajar, allá por los años 70, debía hacer un trayecto en tren de media hora. Casi siempre me encontraba en el vagón con algún conocido, o conocida. De natural silencioso, veíame obligado a hablar durante el trayecto. Cuando alguna vez cedía a mi natural y permanecía un par de minutos en silencio, mi interlocutor, sobre todo si era mujer, me lo recriminaba con un: “¿No cuentas nada?” Y condenaba: “Eres muy callado, ¿no?”. Y veíame forzado a recolectar nimiedades que arrojar por la boca, todo para satisfacer a un compañero de viaje al que, era notorio, le interesaban un comino mis comentarios. Hoy, más maduro, suelo persistir en el mutismo pese a ser reconvenido por mis ocasionales compañeros de trayecto. Y no me importa que se enfaden, que me miren como un bicho raro. De algo tenía que valerme la madurez.
Muchas veces, queridos adefesios, me he preguntado qué llevaba, y lleva, a mis semejantes a tratar de rellenar con palabras cada uno de los momentos de su existencia, ya palabras emitidas, ya escuchadas. Si se viaja en autobús, el silencio es combatido con saña. Cuando no son los pasajeros que no dejan de gritar, es el video o la radio la que importunan al que quiere ir en silencio, como es mi caso, o el de algún otro raro mortal. En los bares la televisión está encendida aunque nadie la preste atención; incluso en los hogares mucha gente enciende la televisión o la radio nada más llegar a casa. La cuestión es matar el silencio, no darle tregua, acotar su reino. ¿Por qué este miedo al silencio? ¿Qué peligros creen que entraña? ¿Temen que favorezca la reflexión, quedarse a solas consigo mismo? ¿Tan mala compañía creen que son para sí mismos?
Con la llegada de la telefonía móvil el acoso al silencio alcanza niveles que auguran su próxima extinción, su pronta y definitiva proscripción social. Ya puedes recluirte en un retrete, en un callejón solitario, en la noche oscura, que siempre sonará muy cerca de ti un teléfono celular y detrás de esa ominosa señal, por lo general una melodía de mal gusto, el imparable torrente de palabras que sale de una boca necia. No hay escapatoria. No hay zonas vedadas. Incluso la publicidad de estos aparatos es necia y mentirosa. Proclama que lo importante es hablar, una gran mentira, pues lo importante, y más en nuestra época, es poder guardar silencio, disfrutar del no-sonido. Un raro lujo. Otro reclamo asegura que los usuarios estarán orgullosos de su teléfono, una imbecilidad a la altura de quienes se lo crean. El único orgullo radica en carecer de tan estúpido aparato. Y por no ser tan drástico, pues no puede negarse cierta utilidad al artefacto, el orgullo vendría de hacer uso adecuado del mismo. La proliferación del hablante público ha modificado la ciudad. Antes, el hablante telefónico recluíase en una cabina y no exponía (y menos pregonaba) sus interioridades a los viandantes. Ahora, caminando por la calle, cualquier estúpido te informa a grito pelado de la última operación de próstata de su vecino. ¿Se estará incubando, queridos adefesios, un nuevo motivo de asesinato?
¿Por qué, insisto, los ciudadanos modernos temen al silencio? ¿Qué males espera de él? En el silencio no se halla si no lo que cada uno lleva a él. ¿Será quizás que los contemporáneos no tenga nada bueno que llevarse al silencio? El silencio es la condición básica de la reflexión. La reflexión nos hace más conscientes y libres. Y eso es peligroso para ciertos poderes... todos los poderes. Antiguamente los anacoretas o monjes con voto de silencio eran admirados, venerados. Hoy no serían concebibles salvo como una estrafalaria curiosidad. En los conventos pronto proliferará (si no lo hace ya) el hilo musical, y las celdas estarán provistas de altavoz para llenar de letanías las otrora silenciosas horas. Ah, y los monjes se enviarán mensajes para avisarse de la hora de los maitines o de la colación en el refectorio.
Propondría, queridos adefesios, un experimento para demostrar empíricamente el miedo del hombre moderno al silencio. Propondría que a la hora de mayor audiencia televisiva y radiofónica, estos “entes” programaran, sin avisar, cinco minutos de silencio. Sólo cinco minutos. Presenciaríamos acontecimientos asombrosos. Desde suicidios hasta asesinatos, puede que incluso algaradas o motines. Los ciudadanos afectados no lo soportarían. Culparían del insólito suceso a una catástrofe mundial, o a una conspiración criminal. Saldrían a las ventanas con síntomas de pánico, llamarían con sus artefactos parlantes a cualquier autoridad que les pudiera proteger. Las nefastas consecuencias del experimento darían constancia de ese horror al silencio que nos aflije. Algunas personas sufrirían, estoy seguro, traumas irreversibles. Incluso cuando se guarda un minuto de silencio por un asesinato, la gente se muestra inquieta, con signos inequívocos de desazón. Y cuando termina el corto lapso, el alivio por tan largo sufrimiento se traduce en imparable aluvión de comentarios.
¿Será subversivo el silencio? Así lo parece. Y pronto, como presumo, será proscrito. Un nuevo Mesías de la modernidad no dudaría en incluir el exceso de silencio dentro de los nuevos pecados, una falta contra su doctrina, que quizás, como en otras, al comienzo fuera Verbo. Está claro que el poder favorece la supresión del silencio, apuesta por su eliminación favoreciendo las nuevas tendencias que miran hacia la comunicación global y sin resquicios. Hay que evitar la reflexión, la introspección, el conocimiento de uno mismo. La meditación en silencio se considerará una práctica anacrónica... y perniciosa. Hay que pensar con la televisión encendida, cavilar envuelto en los gritos del fútbol, reflexionar con las voces de la radio, o entre conversaciones telefónicas; es decir, no pensar, dejarse engullir por el palabreo y el ruido.
Nos han robado el silencio, queridos adefesios, nos lo han proscrito. Pero como consuelo os dejo esta frase: “La tradición zen mantiene que Buda transmitió la iluminación a su principal discípulo, Mahakasyapa, simplemente sosteniendo una flor y permaneciendo en silencio”. ¿Seremos capaces de imitar a Buda? Meditad sobre ello, queridos adefesios (y adefesias, en versión para el País Vasco)
La oveja feroz
12.12.09
Hoy me gustaría hablaros de un asunto de actualidad: El silencio proscrito. Si, hoy el silencio está mal visto. Casi proscrito. No está de moda. Ya casi nadie gusta del silencio. Antes tampoco, pero se le respetaba. Recuerdo que cuando comencé a trabajar, allá por los años 70, debía hacer un trayecto en tren de media hora. Casi siempre me encontraba en el vagón con algún conocido, o conocida. De natural silencioso, veíame obligado a hablar durante el trayecto. Cuando alguna vez cedía a mi natural y permanecía un par de minutos en silencio, mi interlocutor, sobre todo si era mujer, me lo recriminaba con un: “¿No cuentas nada?” Y condenaba: “Eres muy callado, ¿no?”. Y veíame forzado a recolectar nimiedades que arrojar por la boca, todo para satisfacer a un compañero de viaje al que, era notorio, le interesaban un comino mis comentarios. Hoy, más maduro, suelo persistir en el mutismo pese a ser reconvenido por mis ocasionales compañeros de trayecto. Y no me importa que se enfaden, que me miren como un bicho raro. De algo tenía que valerme la madurez.
Muchas veces, queridos adefesios, me he preguntado qué llevaba, y lleva, a mis semejantes a tratar de rellenar con palabras cada uno de los momentos de su existencia, ya palabras emitidas, ya escuchadas. Si se viaja en autobús, el silencio es combatido con saña. Cuando no son los pasajeros que no dejan de gritar, es el video o la radio la que importunan al que quiere ir en silencio, como es mi caso, o el de algún otro raro mortal. En los bares la televisión está encendida aunque nadie la preste atención; incluso en los hogares mucha gente enciende la televisión o la radio nada más llegar a casa. La cuestión es matar el silencio, no darle tregua, acotar su reino. ¿Por qué este miedo al silencio? ¿Qué peligros creen que entraña? ¿Temen que favorezca la reflexión, quedarse a solas consigo mismo? ¿Tan mala compañía creen que son para sí mismos?
Con la llegada de la telefonía móvil el acoso al silencio alcanza niveles que auguran su próxima extinción, su pronta y definitiva proscripción social. Ya puedes recluirte en un retrete, en un callejón solitario, en la noche oscura, que siempre sonará muy cerca de ti un teléfono celular y detrás de esa ominosa señal, por lo general una melodía de mal gusto, el imparable torrente de palabras que sale de una boca necia. No hay escapatoria. No hay zonas vedadas. Incluso la publicidad de estos aparatos es necia y mentirosa. Proclama que lo importante es hablar, una gran mentira, pues lo importante, y más en nuestra época, es poder guardar silencio, disfrutar del no-sonido. Un raro lujo. Otro reclamo asegura que los usuarios estarán orgullosos de su teléfono, una imbecilidad a la altura de quienes se lo crean. El único orgullo radica en carecer de tan estúpido aparato. Y por no ser tan drástico, pues no puede negarse cierta utilidad al artefacto, el orgullo vendría de hacer uso adecuado del mismo. La proliferación del hablante público ha modificado la ciudad. Antes, el hablante telefónico recluíase en una cabina y no exponía (y menos pregonaba) sus interioridades a los viandantes. Ahora, caminando por la calle, cualquier estúpido te informa a grito pelado de la última operación de próstata de su vecino. ¿Se estará incubando, queridos adefesios, un nuevo motivo de asesinato?
¿Por qué, insisto, los ciudadanos modernos temen al silencio? ¿Qué males espera de él? En el silencio no se halla si no lo que cada uno lleva a él. ¿Será quizás que los contemporáneos no tenga nada bueno que llevarse al silencio? El silencio es la condición básica de la reflexión. La reflexión nos hace más conscientes y libres. Y eso es peligroso para ciertos poderes... todos los poderes. Antiguamente los anacoretas o monjes con voto de silencio eran admirados, venerados. Hoy no serían concebibles salvo como una estrafalaria curiosidad. En los conventos pronto proliferará (si no lo hace ya) el hilo musical, y las celdas estarán provistas de altavoz para llenar de letanías las otrora silenciosas horas. Ah, y los monjes se enviarán mensajes para avisarse de la hora de los maitines o de la colación en el refectorio.
Propondría, queridos adefesios, un experimento para demostrar empíricamente el miedo del hombre moderno al silencio. Propondría que a la hora de mayor audiencia televisiva y radiofónica, estos “entes” programaran, sin avisar, cinco minutos de silencio. Sólo cinco minutos. Presenciaríamos acontecimientos asombrosos. Desde suicidios hasta asesinatos, puede que incluso algaradas o motines. Los ciudadanos afectados no lo soportarían. Culparían del insólito suceso a una catástrofe mundial, o a una conspiración criminal. Saldrían a las ventanas con síntomas de pánico, llamarían con sus artefactos parlantes a cualquier autoridad que les pudiera proteger. Las nefastas consecuencias del experimento darían constancia de ese horror al silencio que nos aflije. Algunas personas sufrirían, estoy seguro, traumas irreversibles. Incluso cuando se guarda un minuto de silencio por un asesinato, la gente se muestra inquieta, con signos inequívocos de desazón. Y cuando termina el corto lapso, el alivio por tan largo sufrimiento se traduce en imparable aluvión de comentarios.
¿Será subversivo el silencio? Así lo parece. Y pronto, como presumo, será proscrito. Un nuevo Mesías de la modernidad no dudaría en incluir el exceso de silencio dentro de los nuevos pecados, una falta contra su doctrina, que quizás, como en otras, al comienzo fuera Verbo. Está claro que el poder favorece la supresión del silencio, apuesta por su eliminación favoreciendo las nuevas tendencias que miran hacia la comunicación global y sin resquicios. Hay que evitar la reflexión, la introspección, el conocimiento de uno mismo. La meditación en silencio se considerará una práctica anacrónica... y perniciosa. Hay que pensar con la televisión encendida, cavilar envuelto en los gritos del fútbol, reflexionar con las voces de la radio, o entre conversaciones telefónicas; es decir, no pensar, dejarse engullir por el palabreo y el ruido.
Nos han robado el silencio, queridos adefesios, nos lo han proscrito. Pero como consuelo os dejo esta frase: “La tradición zen mantiene que Buda transmitió la iluminación a su principal discípulo, Mahakasyapa, simplemente sosteniendo una flor y permaneciendo en silencio”. ¿Seremos capaces de imitar a Buda? Meditad sobre ello, queridos adefesios (y adefesias, en versión para el País Vasco)
La oveja feroz
12.12.09
martes, 8 de diciembre de 2009
El pueblo, sí
El pueblo, sí
“¡Fuera de mis tierras!”
“¿Por qué?”
“Porque son mías”
“¿Cómo las conseguiste?”
“Me las legó mi padre”
“¿Cómo las consiguió él?”
“Se las legó su padre”
“¿Y cómo las consiguió él?”
“Luchó por ellas”
“Entonces yo lucharé contigo por ellas”
(Carl Sandburg)
Y es que donde las dan, las toman.
La oveja feroz
08.12.09
“¡Fuera de mis tierras!”
“¿Por qué?”
“Porque son mías”
“¿Cómo las conseguiste?”
“Me las legó mi padre”
“¿Cómo las consiguió él?”
“Se las legó su padre”
“¿Y cómo las consiguió él?”
“Luchó por ellas”
“Entonces yo lucharé contigo por ellas”
(Carl Sandburg)
Y es que donde las dan, las toman.
La oveja feroz
08.12.09
sábado, 5 de diciembre de 2009
La fiera literaria
Los críticos del Círculo de Fuencarral, gracias a un método que llaman crítica acompasada, se dedican a mostrar todos los fallos y mediocridades de nuestros escritores más premiados, elogiados, publicados. También les gusta tomárselo con humor y utilizar insultos de una pedantería en exacerbo. Como el llamar “Poetitonto enjaulado en la pedancia” a Pere Gimferrer por haber prologado un libro de Gala, no la mujer de Dalí, sino de Don Antonio Gala.
También les gusta denostar con epigramas o parodias de poemas famosos a los escritores que ellos consideran sobrevalorados o indignos de ser publicados, o si publicados, ensalzados por críticos entregados a interés espurios (léase crematísticos). Gocemos con algunos de estos poemas satíricos:
Ante la novela de Javier Marías "Mañana en la batalla piensa en mí"
¡Vive Dios que me espanta esta morralla
y que diera un doblón por destruilla!
Pues ¿a quién no sorprende y maravilla
tanta mugre barrida en la "Batalla"?
Latino de Hispalis
Contra Francisco Rico, académico
Érase un hombre en la idiotez criado,
érase una idiotez superlativa,
érase un tontolculo bocarriba,
érase un gilipón mal encarado.
Era también un escritor frustrado,
un ratón de despacho, un simple escriba,
érase el chorro de una lavativa
érase un calamar mal entintado.
Érase un idiotísimo infinito,
un payaso de circo disfrazado,
las doce tribus de los tontos era.
Érase la visión de un huevo frito,
pegajoso y con plumas, tan cagado,
que en la mesa de Aznar delito fuera.
Latino de Híspalis
Quien quiera más, que acuda a la página web de La fiera literaria.
http://www.lafieraliteraria.com/index.html
La oveja feroz
05.12.09
También les gusta denostar con epigramas o parodias de poemas famosos a los escritores que ellos consideran sobrevalorados o indignos de ser publicados, o si publicados, ensalzados por críticos entregados a interés espurios (léase crematísticos). Gocemos con algunos de estos poemas satíricos:
Ante la novela de Javier Marías "Mañana en la batalla piensa en mí"
¡Vive Dios que me espanta esta morralla
y que diera un doblón por destruilla!
Pues ¿a quién no sorprende y maravilla
tanta mugre barrida en la "Batalla"?
Latino de Hispalis
Contra Francisco Rico, académico
Érase un hombre en la idiotez criado,
érase una idiotez superlativa,
érase un tontolculo bocarriba,
érase un gilipón mal encarado.
Era también un escritor frustrado,
un ratón de despacho, un simple escriba,
érase el chorro de una lavativa
érase un calamar mal entintado.
Érase un idiotísimo infinito,
un payaso de circo disfrazado,
las doce tribus de los tontos era.
Érase la visión de un huevo frito,
pegajoso y con plumas, tan cagado,
que en la mesa de Aznar delito fuera.
Latino de Híspalis
Quien quiera más, que acuda a la página web de La fiera literaria.
http://www.lafieraliteraria.com/index.html
La oveja feroz
05.12.09
miércoles, 2 de diciembre de 2009
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