Extracto de «Vieja y nueva política»,
de José Ortega y Gasset:
“Asistimos al fin de la crisis de la
Transición, crisis de sus hombres, de sus partidos, de sus periódicos, de sus
procedimientos, de sus ideas, de sus gustos y hasta de su vocabulario; en estos
años, en estos meses concluye la Transición la liquidación de su ajuar; y si se
obstina en no morir definitivamente, yo os diría a vosotros que nuestra bandera
tendría que ser ésta: «la muerte de la Transición»: «Hay que matar bien a los
muertos.» Tardará más o menos en venir; pero el más humilde de vosotros tiene
derecho a levantarse delante de esos hombres que quieren perpetuar la
Transición y que asumen su responsabilidad, y decirles: «No me habéis dado
maestros, ni libros, ni ideales, ni holgura económica, ni amplitud saludable
humana; soy vuestro acreedor, yo os exijo que me deis cuenta de todo lo que en
mí hubiera sido posible de seriedad, de nobleza, de unidad nacional, de vida
armoniosa, y no se ha realizado, quedando sepulto en mí antes de nacer; que ha
fracasado porque no me disteis lo que tiene derecho a recibir todo ser que nace
en latitudes europeas.”
Pues bien; salvo Pablo
Iglesias y algunos otros elementos, componen esas Cortes partidos que por sus
títulos, por sus maneras, por sus hombres, por sus principios y por sus
procedimientos podrían considerarse como continuación de cualesquiera de las
Cortes de 1978 acá. Yesos partidos tienen a su clientela en los altos puestos
administrativos, gubernativos, seudotécnicos, inundando los Consejos de
Administración de todas las grandes Compañías, usufructuando todo 10 que en
España hay de instrumento de Estado. Todavía más; esos partidos encuentran en
la mejor Prensa los más amplios y más fieles resonadores. La España oficial
consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los
fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos,
hacen marchar unos Ministerios de alucinación.'
(José Luis Pardo, Estudios del malestar)