lunes, 28 de septiembre de 2020

Críticas cinematofágicas: El último tongo en París

 

Críticas cinematofágicas: El último tongo en París

 

El último tongo en París

 


Film de Berto Bertoluciano prohibido en muchos países por la escena de la mantequilla. Un boxeador en el declive de su vida profesional es llamado ante la presencia de un capo mafioso de París. Se le pide que acepte un combate amañado. Debe enfrentarse a un púgil novel de muy poca pegada y debe dejarse tumbar en el quinto asalto. El viejo boxeador acepta. La noche del combate llega. Suben los púgiles al cuadrilátero y saludan. El viejo boxeador observa que su enemigo es un enclenque que no tienen ni media hostia. No le costaría nada vencerle. Pero decide ir a lo seguro. Acabado el cuarto asalto, vuelve a su rincón. Pero ocurre que su asistente ha perdido la crema de suturar las heridas y le pone en las mismas un montón de mantequilla, que casualmente llevaba en la bolsa. El púgil viejo sale dispuesto a dejarse tumbar. Pero sucede que en un ataque del jovencito, al aplicar éste su guante sobre la cara del veterano, el guante se le resbala por culpa de la mantequilla, se desequilibra y se da con un poste del ring y queda KO. El pobre veterano, que no entiende lo que pasa, ve como los mafiosos, en primera fila, le miran con cara de muchos enemigos. Y se va al camerino y se cambia y huye... Magistral Mirlon Blando en el papel de púgil acabado. La fotografía de los barrios bajos de París es excelente, creíbles las escenas de puterío en Pigalle. Film que no ganó el óscar a la mejor película extranjera por culpa de que quien presidía el jurado posee intereses económicos en la industria de la margarina.

 

Fred Cineman

Crítico de su majestad

lunes, 7 de septiembre de 2020

Críticas cinematofágicas: Rocky 14 (El final)

Críticas cinematofágicas: Rocky 14 (El final)

 Última película de la serie Rocky dirigida por Cristopher Nolansky. En vejez, estando Rocky en un centro de la tercera edad aparece por allí un nuevo interno, un achacoso Jammy Brown, un boxeador medio zumbado que en una ocasión fue derrotado por Rocky. Al darse cuenta el gigantón negro que su enemigo victoriosa estaba en la misma residencia, achacoso como él, ambos con pañales por la incontinencia y portando una barra donde colgar el suero y la bolsa de orina, decide retarle en lo que adivina que será su último combate. Al menos para uno de ellos. Después de varios encontronazos en los pasillos de la residencia, ninguno de los dos cediendo el paso al otro y peleando con los andadores porta-sueros, deciden que sólo uno puede ser el más duro del geriátrico y se convoca una pelea entre los dos. Los gerentes de la residencia, que están hasta las narices de su violento proceder, y a la espera de que uno de los dos la palme, y a ser posible los dos, aceptan patrocinar el combate. Llegado el día prefijado, el comedor despejado y con un cuadrilátero cerrado con tiras de esparadrapo a guisa de cuerdas, dos banquetas en esquinas diagonalmente opuestas, todos los residentes, en sillas de rueda o arrastrando sus andadores o en camilla, acuden a ver el espectáculo. Los dos boxeadores, con grandes pañales para evitar tener que llevar bolsas de recoger orina, pero con barra metálica con ruedas para sostener el suero que necesitan, se sitúan en sus respectivas esquinas. El negro Brown intenta calentar la pelea insultando a su contrincante, pero en el esfuerzo se le sale la dentadura, que cae al suelo, y Rocky se ríe, pero con disimulo, pues se ha olvidado la suya en la mesilla y no quiere mostrar sus despobladas encías. Comienza el combate, los dos contrincantes se acercan al medio del improvisado ring arrastrando la barra con el suero. Como guantes les han colocado dos pañales de adulto bien atados a las muñecas. Se observan, se lanzan algún que otro amago de puñetazo, con temor a una luxación o que en un movimiento brusco se les salga la cadera. Rocky se lanza a por su oponente con fuerza, pero se le cae la barra con el suero y el árbitro, el doctor Gannon, pide tiempo muerto. El primero y segundo rounds son parecidos, amagos y más amago, pero ningún golpe, más pendientes ambos de que no se les salga el apéndice o un hueso. Es en el tercer asalto donde todo se dirime. Rocky no puede más retener la vejiga y se echa una gran meada en sus pañales, pero tan grande es la orinada que esta se le escurre por las piernas, llegando al suelo. Y entonces, en un movimiento de pies en ataque, Rocky se resbala con su orina, da un puñetazo al aire y cae de espaldas. Se oye un luctuoso crack y Rocky deja de moverse. El árbitro intenta reanimarlo primero con masajes cardiacos y luego con un desfibrilador, pero es en vano. Rocky ha fallecido. Jammy Brown, exultante por haber vencido, alza os brazos con tanto furor y entusiasmo que se le va la vía que le mantiene ligado al suero y otros alimentos vitales. Eso le causa una entrada de aire en los conductos arteriales y cae allí mismo, falleciendo a los pocos minutos. Los asistentes vitorean a ambos contrincantes, a los dos muertos, pues se han divertido. Claro que algunos residentes, avispados, se van corriendo como pueden, pues su movilidad es reducida, para pedirse la habitación de Rocky, que es la que tiene las mejores vistas de la residencia.

         Como el film, ya lo hemos dicho, está dirigido por Cristopher Nolansky, ahí no acaba la película, pues de alguna manera el tiempo retrocede y vemos como los personajes rejuvenecen y crean agujeros inconsistentes del espacio-tiempo, hasta que Rocky termina en el vientre de su madre, donde perece por un aborto involuntario.

 

Fred Cineman

Crítico de su majestad