Haga su pedido ya, pues la demanda es mayor de lo que se esperaba.
La oveja feroz
30.08.11
La intención de este blog es provocar. También, aliviar las neuras de una mente, la mía, atrapada entre ortodoxias. Persíguese probar el aguante a la irreverencia del ser humano, perenne subgenio. Nadie, sin embargo, se ofenda. Fácil es no leer lo que zahiere. Huyan de estas páginas los mojigatos de triple golpe de pecho, las felatrices con complejo de culpa, los ecologistas del solo “verde que te quiero verde”, los izquierdistas de seriedad estaliniana, los corruptos sin cargo oficial.
Las costumbres romanas son rigurosas: la sodomía y la «irru¬mación» son virtuosas; la felación y la pasividad anal son infames. Pedicare era sodomizar el ano. Irrumare era sodomizar la boca. Fela¬ción es una palabra moderna que dice mucho acerca de la sociedad que la ha elegido. Felfare, chupar espontáneamente, es incom¬prensible para un romano. Solo es posible irrumare activamente al congénere, es decir, obligarlo a que reciba en la boca el fascinus (pene en erección), obligarlo a lamerlo y a mordisquearlo hasta obtener su savia. ¿Savia sabia? Esto nos cuenta Pascal Quignard en su librito El sexo y el espanto. ¿Alguien se espanta?