lunes, 7 de septiembre de 2015

Críticas eliterarias: Paisajes después de la botella

Paisajes después de la botella
de
Juan Güisquisolo

Patético relato de un hombre vencido por el delirium tremens. El protagonista, un hombre que ha hecho del morapio su opio, narra, con un optimismo que debe mucho a Cioran y Thomas Bernhard, sus visiones provocadas por la incontinencia. Desde las habituales alucinaciones de insectos reptando por las paredes de su cuarto (entre las que destacan sus repetidas representaciones de chinches copulando con chinchetas), hasta las imágenes terroríficas de un portavoz al que muertos republicamos clamaban justicia llamándole “Hernando, Hernando”, mientras él sonreía con chulería (qué sonrisa más horripilante), el narrador describe un sinnúmero de visiones a cual más clarificadora y pintoresca. Por su belleza resalta la fantasía que muestra a una conocida estrella de cine, cuyo nombre omitimos por decencia, en el momento de meterse una botella de Rioja por cierto sitio innombrable, botella que, para sosiego del delirante, está vacía. Otra visión que impresiona por su crudeza es la que representa a un hombre que repta por una alfombra de alambre de espino para alcanzar un garrafón de tinto, garrafón que se aleja a medida que el sujeto se desgarra el cuerpo con los pinchos de la alfombra. El protagonista recurre a varios terapeutas, pero las deudas contraídas por los altos honorarios de éstos, cuando finalmente se encontraba curado, le llevaban de nuevo a aferrarse a la botella. Obra aleccionadora para aquellos que consideran que ella, la botella, es la mejor amante.
Obra publicada por Ediciones B/ODO con el patrocinio de la Asociación de Alcohólicos Conocidos.

Leo Bücher
Crítico de su majestad

07.09.15

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