lunes, 20 de julio de 2020

Críticas cinematofágicas: Un caballo llamado hombre


Críticas cinematofágicas: Un caballo llamado hombre

Un caballo llamado hombre

Film antropológico del afamado director David Relynch. Un caballo debe pasar una serie de pruebas para convertirse en Yahoo, digo en hombre. El noble bruto es obligado a manejar tarjetas de crédito con las pezuñas y a llevar teléfono portátil en la crin, amén de aguantar horas delante de programas insulsos de televisión. El animal va pasando con esfuerzo todos los trabajos hasta que llega la prueba cumbre del ser hombre: debe corromperse y traicionar a un amigo para conseguir un ascenso injusto. Su mente no acepta someterse a tanta ignominia pero, forzado por las circunstancias, logra hacerlo. Aceptado por la tribu de los hombres, termina apostando en los hipódromos carreras amañadas, y en sociedad siendo hipócrita y desalmado. Pero paga caro su esfuerzo, pues al final, enamorado de una potrilla, recuerda su pasada dignidad y, no pudiendo aguantar más a los hombres ‑como Nietzsche, o Cioran, y otros muchos pensadores‑, se suicida. Película con mensaje de David Relynch genialmente protagonizada por Paul Jockeyshit en el papel de équido. Recomendada para humanos poco humanos, o sea, para todos los públicos.

Fred Cineman
Crítico de su majestad

lunes, 6 de julio de 2020

Críticas cinematofágicas: La soledad del corredor de fondos… de inversión


Críticas cinematofágicas: La soledad del corredor de fondos… de inversión

La soledad del corredor de fondos... de inversión

Película sobre la soledad de los hombres de negocios, la soledad del triunfador, la soledad del dinero. Otro Preminger se enfrenta a su obra más personal. Un joven corredor de fondos, un hombre con oficina propia en Wall Street, un hombre para quien los bonos del Estado, las letras del Tesoro y los depósitos a plazo no tienen secretos, un hombre que no conocía más obligaciones que las que emiten en títulos ciertas empresas, se enfrenta a la ruina de un matrimonio, al desmoronamiento de una familia, la suya. Ajeno al mundo familiar, casi sin conocer a sus hijos, casi un inquilino para su mujer, este hombre con lavabo y cama en la oficina no entiende qué más quieren de él esos seres a los que provee de buena ropa, vivienda de lujo y caros colegios. Le hablan de cariño, de ternura, palabras que ha de buscar en un diccionario y que incluso así no comprende. Divorciado al fin, se da cuenta de que la situación apenas ha cambiado para él. Sigue proporcionando a esa ajena familia los medios para pagarse una buena casa, buena ropa y buenos colegios. Él vive en la oficina. Es feliz. No tiene que ver la tele los domingos con una señora y unos críos que dicen ser suyos. Lo suyo es la cotización, las ampliaciones, los derechos de suscripción y los mercados de futuros. Paul Oldman da vida a este personaje entrañable en una de las películas que más nos ha gustado a los críticos. Porque todos tenemos mujer, e hijos, y sesiones dominicales de TV, pero no tenemos la posibilidad de vivir en la oficina y ganar una pasta gansa. En fin, paciencia y a criticar.

Fred Cineman
Crítico de su majestad