Críticas cinematofágicas: Gritos
y cazurros
Gritos y cazurros
Film del genial Big Maar Veermar que relata
los sufrimientos psíquicos de una sueca a quien su eco le confiesa que de
pequeña estuvo enamorada de su padre. Se pudre la mujer de tanto luchar contra
su ego hasta que entra en escena Borg. En la escena de la ex cena, Borg le
confiesa que los espaguetti no estaban en su punto, lo que le recuerda a la
mujer que su padre solía tocar la armónica ‑desafinando‑ las noches de verano
que no nevaba. Borg no sabe qué decir y se calla, pero el silencio exaspera a
la mujer quien grita y grita. Desesperada por el conflicto interior, abatida
por lo que intuye puede ser un culpable complejo de Edipo, Ula, la
protagonista, o más bien protagónica, se recluye en un manicomio de un
pueblecito de la meseta española, pueblecito donde abundan los cazurros. En el
cálido jardín del sanatorio, Ula grita cuanto le viene en gana, sin que los
cazurros le hagan el menor caso. Al final, angustiada por la indiferencia de
los pueblerinos del lugar y por una interiorización psicótica de su incapacidad
de aprender el encaje de bolillos, Ula se suicida, dejando una carta para su
amado Borg, quien, en Suecia, ya se había olvidado de ella y se dedicaba, con
enorme éxito, al Gran Slam. Retorcida película de Big Maar Veermar, que cuenta
en su reparto con la fiel actriz Cutre Ulmann. El joven Borg es interpretado
por un joven actor de nombre Paar Tostonsson. Película recomendada para
psicoanalistas y otros enfermos mentales.
Fred
Cineman
Crítico de su majestad
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