domingo, 14 de marzo de 2010

Décimoquinta epístola a los adefesios

Queridos adefesios:

Hoy quiero hablaros de otro profeta de nuestro credo: TIMOTHY LEARY. El nombre de Timothy Leary está indisolublemente ligado al LSD y los años sesenta, incluso después de convertirse en escritor y diseñador de juegos de ordenador destinados a expandir la mente. Durante su dilatada vida ha perpetrado acciones y generado situaciones que le dan derecho a ser nombrado profeta de los Adefesios.
Timothy Leary, queridos adefesios, descubrió el LSD cerca de los cuarenta años y preconizó la experimentación y la ampliación de las conciencias por medio de este tipo de drogas. Fue la defensa a ultranza de tales sustancias lo que le obligó finalmente a renunciar a su puesto de profesor en Harvard. Aparte de las drogas psiquedélicas, a Leary le preocupaban de forma especial materias como la mutación, el ADN, la evolución cerebral; en suma, todo lo que generase cambio. Estudioso de la neurología, llegó a describir ocho circuitos del cerebro, descripción pionera y singular, y todavía vigente para muchos estudiosos. También le obsesionó la prolongación de la existencia y los proyectos de migración exterior como medio de supervivencia de la especie.
A Timothy Leary le agradaba los actos espontáneos, chocantes, una especie de codazo en las costillas, un travieso empujón hacia lo diferente. Opinaba que el humor y la sátira sin vejación eran la esencia de los cambios de consciencia. Como nosotros los adefesios. Veía algo exploratorio en las gamberradas, algo que sacudía la inercia de las cosas, que es la técnica básica de la evolución.
En su período de Harvard coincidió con un grupo de gente de privilegiado talento, y talante, como Aldous Huxley y Alan Watts. Leary y su equipo se concentraron en el estudio de la potencialidad de las drogas psiquedélicas para cambiar el comportamiento de las personas. Esta labor les llevó a visitar y experimentar dentro de las cárceles, el lugar adecuado cuando se desean observar cambios de comportamiento, pues al recluso que abandona la prisión siempre se le presentan las posibilidades de reincidir o enmendarse. El programa consistía en tomar LSD junto con prisioneros peligrosos que se ofrecían voluntarios. Explicaban primero a los reclusos lo que iban a hacer, dejando claro que no se lo iban a hacer a ellos sino que lo iban a hacer con ellos. Al realizar su primera experiencia, Leary y su grupo no pudieron evitar pensar que colocarse en compañía de varios de los homicidas más peligrosos del mundo era algo absurdo, chiflado, una locura no exenta de temeridad. Leary recordaba especialmente un momento durante una de sus primeras sesiones, cuando los reunidos se quedaron quietos mirándose unos a otros. Ellos, los psicólogos, tenían miedo de los convictos, desde su académica concepción una pandilla de maníacos peligrosos, y ellos, los reclusos, tenían miedo de Leary y su gente, a quienes tomaban por científicos chiflados. Recuerda que durante ese instante de mutua contemplación, ellos manifestaron: "¿Qué ocurre?" Y que él respondió: "Bueno, es que nos dais miedo." Ellos se rieron y dijeron: "Bien, pues nosotros también tenemos miedo de vosotros." Y todos estallaron en carcajadas de alivio. Los experimentos con reclusos duraron dos años, y durante ese tiempo Leary y su equipo trataron de ayudarles por todos los medios, bien informando favorablemente para que consiguieran la libertad condicional o facilitándoles la reinserción una vez afuera. Todo el asunto, visto desde la perspectiva de Timothy Leary, no fue sino una gran broma, una maravillosa experiencia, en abierto contraste con las sagas tipo Crimen y Castigo que gustaba a una sociedad amante de la gran ópera de la criminalidad. ¿O no era toda una experiencia doparse con reclusos en una cárcel de máxima seguridad con la aprobación de las autoridades? Como dato anecdótico, y quizás esclarecedor, el experimento redujo la tasa de reincidencia en Salem, Massachusetts, en aproximadamente un 75 %.
Otra tocada de bolas que Leary realizó cuando trabajaba en Harvard tuvo como objeto la escuela de Teología. Él y su grupo se hallaban trabajando con unos treinta alumnos de teología. Era viernes santo y suministraron a los estudiantes psilocybin, un hongo alucinógeno, para averiguar si con dicha sustancia lograban experiencias místicas. Al principio la sesión se inició con gran seriedad, el capellán entonando himnos sacros, pero al final se convirtió en un gesto de afirmación vital que se tradujo a su vez en continuas carcajadas y expresiones de goce y felicidad. A tenor de sus posteriores relatos, los sujetos expuestos alcanzaron estados donde todo era calidez y gracia, algo difícil de describir con meras palabras. De esa forma ayudaron a futuros religiosos a experimentar estados místicos que trascendían las Iglesias y sus rituales.
Para Timothy Leary la trastada inteligente, filosófica, vital, es aquella que abre la mente o proporciona nuevos conocimientos sobre uno mismo. En ese acto nuevo y temmerario tú no haces nada a nadie, simplemente invitas a alguien a hacer algo, algo que le descubra nuevos horizontes a la experiencia. Cuando el LSD se declaró ilegal y las drogas comenzaron a perseguirse como productos demoníacos, Leary tuvo que abandonar Harvard.
Timothy Leary fue patrocinador y defensor del proyecto H.O.M.E. (High Orbital Mini Earths), un proyecto que preconizaba la salida de este planeta como solución a la degradación moral y medioambiental que sufría el mundo. Esta idea estaba basada en su premisa de que el cerebro del hombre estaba desarrollando circuitos que le preparaban para la emigración orbital, teorías que se resumían en la consigna S.M.I2.L.E. (Space Migration, Intelligence Increase, Life Extension). Para el proyecto H.O.M.E. se creó incluso una sociedad anónima fundada por George O'Neil con el mismo nombre y con una primera emisión de 5.000 acciones. También se creó otra sociedad denominada AMROC (The American Rocket Company), que fabricaría las estaciones orbitales que permitirían llevar a cabo el proyecto de mini mundos en el espacio. El primer vuelo de la sociedad se programó para 1989. Ambas compañías fracasaron.
Leary tuvo una vida muy agitada. Estuvo encarcelado varias veces, y varias veces huido. En una de sus fugas, fue detenido por miembros de la CIA en el aeropuerto de Kabul, en Afganistán, hecho que provocó gran polémica en medios marginales por lo que consideraban una detención ilegal. Desde la cárcel mantuvo correspondencia con sus amigos y profundizó en sus ideas y proyectos. Hizo adeptos entre los reclusos.
Leary poseía una personalidad cautivadora, pero era a la vez dialéctico y flexible en sus razonamientos: "Te ruego, te pido que no creas todo lo que digo. Ni yo mismo lo creo." Su visión del hombre podría resumirse en la siguiente frase: "O bien te conformas con ser un extra mal pagado en una película ajena en blanco y negro o te instalas en el sitio del conductor de tu propio cerebro."
Timothy Leary murió en Junio de 1996. Loemos a este profeta de nuestro credo.

La oveja feroz
13.03.10

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1 comentario:

  1. ¿Y si untaran las hostias con LSD? Entonces verían al Señor en technicolor.
    Un LSD adepto

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