sábado, 4 de junio de 2011

Las plagas, que no falten

¿No echaban de menos otra plaga bíblica? Después de la gripe aviar y porcina, que nos tuvo con los huevos de corbata, ahora una nueva amenaza apocalíptica: la bacteria E.coli de los pepinos. Claro que ahora dicen que no es exclusiva de los pepinos. Se ve que esta hortaliza proletaria no tiene glamour para provocar una plaga. “La plaga del pepino” no puede ser llevada al cine. Queda mejor E.coli, es más enigmático. Igual con el nuevo acojone nos olvidamos de la crisis, o los banqueros, aprovechando que la atención está puesta en otra parte, se vuelven a embolsar bonus millonarios.
Pero esto de las plagas hay que clarificarlo. Muchos piensan que el problema del Sida, la propagación del virus Ébola, las gripes aviar o porcina son cosas generadas por la nueva civilización egocéntrica y contaminadora. Error. Estos azotes víricos no son de hoy. Lo de hoy son los miedos con plagas infundadas. Eso sí es lo moderno. Hagamos un repaso por las principales plagas de la humanidad, esas no inventadas. Durante la guerra del Peloponeso, allá en el año 431 antes de nuestra era (a.n.e.), Tucídides escribió sobre una plaga que se extendió al norte desde Etiopía y cruzó Egipto y Libia. En Atenas, los ciudadanos sufrieron fiebre, estornudos y una tos violenta. Vamos, como una zoo-gripe actual. Prosigue Tucídides: Sus cuerpos tenían una lividez roja y resplandeciente, hasta que millares de personas se arrancaron la ropa y una sed inextinguible los llevó a arrojarse al agua fría y profunda de las cisternas y pozos públicos, donde perecían ahogados. ¿Qué fue lo que diezmó a esta ciudad estado?: el sarampión.
En el siglo 1 a. n. e., una cepa virulenta de viruela hizo que los hunos abandonaran su Mongolia natal para ir al oeste, en dirección a Roma. Para el gran ejército de Napoleón, el enemigo supremo sería la bacteria Rickettsia prowazekii, también conocida como el tifus. Nuestras grandes civilizaciones siempre se han visto truncadas por un bichito que no se ve a simple vista.
A partir de 1490, una nueva epidemia recorrió Europa y Asia. El primer síntoma era una pequeña llaga en el lugar de la infección, que desaparecía en un intervalo de tres a ocho semanas, dejando una pequeña cicatriz. Al cabo de unas cuantas semanas, la víctima parecía haberse curado. Los chinos la llamaban la «enfermedad de Cantón». Los japoneses, la «en-fermedad china». Para los franceses, era la «enfermedad española». y para los ingleses, era la «viruela francesa». El nombre moderno deriva de un pastor imaginado en 1530 por Girolamo Frascatoro en su poema «Syphilis sive Morbus Gallicus».
Entre la gente que quedó lisiada o murió por culpa de la sífilis está el rey Enrique VIII de Inglaterra, así como Carlos VIII y Francisco 1 de Francia. Entre los artistas están Benvenuto Cellini, Toulouse-Lautrec y el escritor Guy de Maupassant. En el París de 1500, un tercio de los ciudadanos era portador de la sífilis. Entre la nobleza francesa, aquellos que no estaban infectados, de acuerdo con Erasmo, eran acusados por sus coetáneos de toscos e ignorantes. El contagio daba glamour. Se era un hombre de mundo. El cirujano William Clowes escribió en 1579 que tres cuartos de la población de Londres eran portadores de la enfermedad.
Durante la Gran Plaga de Londres de 1665, la tasa de muertes semanal fluctuó entre cien y cuatrocientas personas hasta el 1 de julio. Para mediados de julio, la tasa de muertes semanal había subido a dos mil. Para finales de julio, estaban muriendo seis mil quinientas personas cada semana, y para finales de agosto, siete mil. Este incremento casi exponencial del número de muertes se debió a que la fuente original de transmisión de la peste bubónica había sido las pulgas que transportaba la rata negra europea (Rattus rattus), las nuevas infecciones se debieron a un cambio en esta vía de transmisión: En lugar de picaduras de pulgas, el organismo causante, la Pasteurella pestis, había empezado a contagiarse a través de las gotitas de saliva y moco expulsadas en la tos y los estornudos.
Luego vino la “gripe española”, que causó más muertos que la primera Guerra Mundial. Más modernamente, ya lo hemos dicho, el virus del Sida y las pandemias, que asustaron más que mataron, de la gripe porcina y aviar, y ahora el E.coli de los pepinos de los cojones.
La última peste (pero esta sólo la percibimos unos pocos humanos esclarecidos) se llama derecha española, pero sólo afecta a tipos con cerebro atrofiado y colon irritable.

La oveja feroz
04.06.11

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