
Hasta hace 20 años a Suecia y los países nórdicos sólo se los conocía por su supuesta paz social, sus Nobel, sus rubias desinhibidas y su color cangrejo al ponerse bajo el sol hispano. Ahora se los conoce por las novelas policiacas. ¡Qué turre! Antes uno veía a esos países como paraísos de clima frío, pero ahora resulta que, de hacer caso a sus novelistas, están llenos de tarados, nazis, asesinos cruentos, psicópatas, patanes, sectas asesinas, policías corruptos o incompetentes y, eso sí, beben vino. No vodka, como debería ser, beben vino. Y hay grandes empresarios que delinquen, periodistas que investigan y tipas raras que son ases informáticos. Tal como pintan a sus países, dan ganas de no viajar a ellos. Pero estos tíos, con novelitas cutres, de patrón similar, como hechas en serie, han conquistado el mundo de la novela policiaca. Anda ya. Y nosotros, con nuestra empanada mental, apenas si hemos creado a Torrente. La de oportunidades que estamos perdiendo. Y ello a pesar de batir plusmarcas de corruptos por metro cuadrado, de políticos botarates y nazis, de empresarios incompetentes y policías que se esconden en cafés para escaquearse. Aquí sí que hay materia prima, pero falta esfuerzo, faltan brazos que le den a la tecla. Y cuando algunos esforzados nos ponemos a ello, nos rechazan todas las editoriales. Menudo panorama.
La oveja feroz
15.01.12