Agustín Pérez, que acudió al médico por problemas de memoria, fue recetado con pastillas de Memorín 2000, un fármaco de nueva comercialización que al parecer posee efectos revolucionarios para la recuperación y fortalecimiento de la memoria. Pero al pobre Agustín, desmemoriado donde los hubiera, se le olvidó tomarlo, por lo que continuó con su mala memoria. Llamado por el médico para una comprobación de los efectos de la medicación (Agustín se había olvidado de la cita), confesó su olvido. Entonces el médico le recetó inyecciones, dos inyecciones potentes que habría de tomar con un intervalo de seis meses. Para que no se olvidase se lo apuntó en un papel. Agustín, con la receta, acudió a la farmacia, pero una vez con el medicamento en la mano, no recordó qué debía hacer. Afortunadamente el médico, que había salido a tomar un café, se lo encontró y le acompañó hasta la enfermería del ambulatorio para que le pusieran la primera de las inyecciones. Una vez en la enfermería, el doctor le dijo a la enfermera que le pusiera la inyección, y les dejó. Mientras preparaba la inyección, la enfermera recibió una llamada por el móvil y mientras hablaba se la puso. Como la conversación se prolongase por un cuarto de hora, Agustín olvidó por qué estaba allí. Terminada la conversación, la enfermera le dijo a Agustín si le había puesto la inyección, a lo que el desmemoriado respondió que no se acordaba. La enfermera, viendo que había una ampolla entendió que no se la había puesto y le puso la otra inyección. A partir de ese momento, Agustín recobró la memoria de forma súbita y radical. Recordó incluso su vida como primate, despiojando a su compañera, una monita muy mona de la que estaba muy enamorado. También se acordó de las palizas que le daban los matones del colegio, los cuernos que le puso su mujer antes de divorciarse, el puto juez que le dejó sin un puto duro y, cómo no, de la hija de puta enfermera que le puso las dos inyecciones de Memorín 2000.
La oveja feroz
20.07.12
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