viernes, 22 de febrero de 2013

Dios entra en concurso de acreedores



Debido a la falta de nuevos creyentes, y también a la falta de financiación bancaria (“¡Aquí no se da dinero ni a Dios!”, parece ser que exclamó el secretario de la patronal bancaria al venirle el Creador a pedir unos millones de euros), Dios no ha tenido más remedio que declararse en quiebra o, como se dice ahora, entrar en concurso de acreedores. La decisión, sin precedentes, ha tenido un catalizador inesperado: la renuncia del director general de una de las ramas del negocio más rentables: el Catolicismo. Esta renuncia ha sido aprovechada por el mayor acreedor, el credo musulmán, cuyo representante se ha apresurado a manifestar que o la empresa es para él o no apoyará ninguna quita que redunde en una menor influencia en el mercado de la salvación. Los cristianos están dispuestos a negociar con Dios, pero siempre que se les garantice el cobro en la eternidad. Quieren, para decirlo en palabras comprensibles, más terrenos en el Paraíso que poder ofrecer a sus fieles en régimen de co-propiedad o en propiedad mediante hipoteca eclesiástica, una hipoteca que se rige por el tipo de interés vaticano, cambiantes según sopla el viento y conocido como “Vatibor”. Los budistas, por su parte, no han dicho nada y continúan en la higuera, esto es, sentados debajo de ella y meditando. El representante de las religiones minoritarias, Aleluya Johnson, ha declarado que, como siempre sucede, esta crisis la pagarán las religiones que menos tienen, muchas de ellas en peligro de extinción. En cuanto a Dios, en su línea, calla y otorga.

La oveja feroz
22.02.13

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