miércoles, 10 de julio de 2013

Libro fuera del circuito comercial



Sexo para uno

de
Manu Floja

¿Le gusta cascársela, darle al obispo, pajearse, meneársela, hacerse una manola? Pues dele fuerte, compañero, a la mano. La masturbación posee, en todos los países, multitud de eufemismos, prueba de que es practicada en todas las latitudes, durante cualquier edad y por todas las personas. Hay que ser muy subnormal para no haberse hecho nunca una paja. ¿Quién no ha pasado nunca una noche de insomnes ojos o sufrido un cólico espermático por culpa de una calentorra esquiva? No obstante su universalidad, este acto se cubre por lo general con el velo del bochorno o la vergüenza, como si se tratara de algo denigrante. Este libro pretende remediar esta situación. Ahora, con el libro del Dr. Litten en una mano y la otra libre, uno puede empezar a disfrutar del vicio solitario sin complejos, descubrir todo el placentero mundo de la masturbación creativa. En el texto, el lector podrá informarse acerca de distintos tipos de juguetes sexuales y conocer técnicas para ponerse a tono, así como originales formas de tocamiento. Como afirma el autor de este manual, o libro de autoayuda, la masturbación forma parte inseparable de la experiencia sexual tanto masculina como femenina, y por ello merece la pena explorar sus posibilidades. En palabras del autor: “Pero esta práctica, queridos lectores, todavía os avergüenza, todavía la cubrís con píos eufemismos y sinónimos remilgados como autoerotismo, jugar con uno mismo, o el eclesiástico autoabuso… ¡Qué gilipollez! Recordad a ese peculiar filósofo cínico, Diógenes, que, desinhibido, se pajeaba a la vista de todos. Aún así, ha pasado a la historia de la filosofía. No por esa singular proeza, pero quién sabe. La literatura grecorromana también recoge profusamente aspectos de autoerotismo y autoestimulación”.
            Claro que esta práctica, como se reconoce en el libro, también ha tenido detractores. En la edad media, el libro judío Zohar (libro del esplendor), catalogaba el acto de hacerse una paja como el pecado más execrable. Aseguraba que cada charquito de esperma permitía reencarnarse a los malos espíritus. Los católicos, por su parte, aducen que desperdiciar el semen de esa manera es una oportunidad perdida de rellenar la tierra con más católicos. Desde San Agustín a Santo Tomás, este pecado se consideró contra natura. Tissot (1728-1797), un papista furibundo, aseguraba que la masturbación conducía a la locura debido a que el acto fuerza un violento flujo de sangre al cerebro. (Ahora que lo pienso, puede que de ahí deriven mis muchos dolores de cabeza).
Pero luego vino Freud, quien no nos dijo si el acto en sí era bueno o malo, pero nos enseño que si uno soñaba que tocaba un instrumento o hacía punto… bueno, ya saben.
Hoy, caídos muchos tabúes, podemos hablar a favor de esta práctica autoerótica, la forma de satisfacción más extendida en nuestra galaxia... y más allá. Seguramente, en este momento, querido lector, más de un millón de personas en todo el mundo se la estarán cascando. ¿Os imagináis si toda esa energía empleada se pudiera acumular y utilizar en actividades más provechosas? Pero qué digo, nada más provechoso que el propio placer. Es más, debería estudiarse el caso contrario, a saber, aprovechar la energía acumulada, fuera ésta térmica, hidráulica o nuclear, para alimentar aparatos que nos masturbaran sin gasto muscular. Entonces podríamos leer esos libros que antes se anunciaban “para leer con una sóla mano” con la dos, y sin detrimento de placer.
            La masturbación, como se desprende de las educativas páginas de este libro, posee ventajas sobre el método tradicional conocido como matrimonio. Tu mano no te abandona, ni te exigirá que le pases una pensión; también elimina todos los inconvenientes de un romance: facturas de restaurantes, gastos de teléfono, ramos de flores, fines de semana en hotelitos. Por no hablar de la seguridad y profilaxis: No tienes que ponerte condón, pues es difícil que te contagies a ti mismo (por si acaso, queridos lectores, lavaros las manos antes). También se evade el temor de una posible preñez. Y cuando terminas, no tienes obligación de ser simpático y tierno con tu mano; puedes hacer lo que más deseas en esa momento: comer, defecar o dormir… y soñar que tocas la flauta.
            La editorial Seix Guarral se apunta un tanto en la divulgacion sociológica del autoerotismo. Celebrémolso leyendo el libro con una sola mano.

La oveja feroz
10.07.13

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