Esos
actores que aparecen en una sola escena, que son los que atacan, por decirlo,
al protagonista, que los mata a la primera con un mandoble de espada o un golpe
de karate, han protestado ante las compañías cinematográficas del desdoro que
supone morir en la primera escena y sin haber aportado nada de su personalidad
a la película. Manifiestan que el espectador debería saber algo más de la vida
del personaje, de dónde son originarios, si tienen hijos, si han hecho algo
memorable en la vida, como ganar un certamen literario o una carrera pedestre.
Exigen que después de cada muerte de uno de ellos, en la película se incluyan
al menos un minuto relatando sus virtudes como ciudadano o sus malandanzas como
matón, pero que se vea que es alguien que tenía una personalidad propia. La
industria del cine ha contestado que si hicieran esto, las películas durarían
ocho horas, lo que no conseguiría espectadores, eso es, dinero. La otra
solución, también, es que el malo que muere en un instante o la víctima
colateral, sean tan pocas en número que permitan su individualización. Pero eso
acabaría con las películas de acción tal como hoy se estilan, con miles de
muertos a cargo de un solo héroe armado
con una metralleta o una espada. El gremio de “actores de un instante” no
descarta boicotear las películas donde se les requiera, haciendo, antes de caer
cercenado por la espada del samurái o la metralleta del duro de turno, un
pequeño monólogo contando su historia. La industria ha contraatacado y han
declarado que, de producirse este tipo
de incidentes, los sustituirán por dibujos animados.
La
oveja feroz
20.07.13
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