Un
reciente estudio de Metroscopia ha descubierto que posiblemente durante los
últimos diez años hemos estado patrioteando por encima de nuestras
posibilidades. A ello han ayudado nuestras victorias en fútbol, tenis,
baloncesto, cocina de diseño y, sobre todo, la superproducción de banderas
nacionales, un sector económico que ha experimentado un vertiginoso incremento.
La gente se pinta los colores de la bandera en la cara, pone banderas en los
balcones cuando juega la selección de fútbol, en Semana Santa, en el día de las
fuerzas armadas. Todo este patrioterismo infantil se está también se verá
afectado por la crisis, pero por la crisis de valores. La marca España se ve
ensuciada por los que la promocionan, dirigentes peperos de la marca España
llama mierdas a los catalanes, así sin más, porque oye pitidos a la sacrosanta
bandera. Pero, ¿no estamos en una economía de mercado donde el monopolio está
castigado? ¿Por qué no pueden disputarse la primacía otras banderas, haciendo
una libre competencia de patrioterismos? ¿Acaso no nos advirtió Samuel Johnson
cuando dijo que “El patriotismo es el último refugio de un canalla”? ¿O George
Bernard Shaw, quien declaró que “Nunca tendréis un mundo apacible hasta que no
hayáis desterrado el patriotismo de la raza humana”? Al final, ya lo veremos,
sólo nos quedará la opción de agruparnos bajo la bandera blanca de la
rendición.
La
oveja feroz
25.07.13
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