Críticas cinematofágicas: Lorenzo
de Arabia
Lorenzo de Arabia
Film épico del director baturro Julián
Brutín. Lorenzo Otín, un bailador de jotas, es destinado a dar un recital en
Arabia Saudí en representación de los Coros y Panzas de Aragón. Lorenzo llega a
la jaima de los invitados y pide un cariñena y unos taquitos de jamón para
hacer boca. Le dicen que en Arabia está prohibida la carne de cerdo y el
alcohol. Lorenzo insiste y los moros se resisten. Al final anuncia el aragonés
que si no hay jamón y vino, él no canta. Se reúnen los principales jeques para
tratar de solucionar el problema. Deciden no darle de comer ni de beber al
infiel hasta que acepte la comida tradicional de Arabia, consistente en cus-cus
y agua de oasis. Pero Lorenzo replica que o jamón o nada, y el agua pa las
ranas. Después de diez días sin comer, y sin cantar, Lorenzo se escapa de la jaima
y se interna en el desierto. Topa con unos peregrinos que van a la Meca, a los
que solicita un poco de jamón y un vasito de vino. Todos le miran como al
diablo, pero un vejete afgano le llama a un aparte y le dice que él ha vivido
en Sevilla y que lleva escondido en la chilaba una macilla de jamón y una
petaca con algo de Rioja, pero que no diga nada, que sus compañeros de religión
son muy tiquismiquis. Lorenzo come por fin el ansiado jamón y bebe un poco de
vino (flojo para él, pero qué se le va a hacer). Tras la colación, Lorenzo, de
chilaba y cachirulo, deleita a los peregrinos con su repertorio de jotas bravas
hasta que llegan a la Meca. Y de la Meca a la Checa. Película de aventuras a la
baturra, con un final con sabor a imperio, donde la masa mahometana termina
dándole al tintorro y al jamón.
Fred
Cineman
Crítico de su majestad