martes, 9 de octubre de 2012

Un empleado de prisiones de Arizona, EE.UU., acusado de imprudencia homicida.

Un empleado del penal de Glusberry, Arizona, ha sido acusado de imprudencia homicida por no esterilizar las jeringuillas usadas para poner la inyección letal a los presos condenados a muerte. El gobernador del Estado de Arizona, al conocer la imprudencia del funcionario John Waters, ha declarado que con servidores de la ley tan desaprensivos no le extraña que los condenados a muerte acudan a su ejecución con desgana. “Un condenado a muerte”, ha dicho mientras participaba en el linchamiento de un negro que había piropeado a una mujer blanca, “merece todo nuestro respeto. Su ejecución debe hacerse con todas las garantías necesarias para que el reo no se infecte con vaya usted a saber qué”.

El funcionario, John Waters, ha sido apartado de sus funciones, pero al saberse que era católico, se le ha trasladado de parroquia y a correr.


La oveja feroz
09.10.12

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