lunes, 13 de abril de 2009

Tercera epístola a los adefesios

Querido adefesio:

Probablemente sea usted uno de esos tipos que al levantarse y mirarse al espejo por la mañana sonríe y piensa que el mundo está bien hecho. Luego mira por la ventana y ve los edificios de enfrente, la circulación rodada, los esqueléticos árboles de la calle y piense, todavía satisfecho, que es una suerte pertenecer a la especie elegida, formar parte de esa elite de la existencia bautizada con el vanidoso título de “rey de la creación”, pues Dios ha tenido la deferencia de crearle a su imagen y semejanza. Y así, usted, contento, satisfecho, rebosando orgullo, desayuna y sale para dirigirse al trabajo.
Primero decirle, querido adefesio, que su visión es un poco miópica. Si un extraterrestre se acercara a la Tierra y observara desde las alturas las distintas formas de vida que pululan en ella, no dudaría en enviar el siguiente informe a su base exterior: “La mayoría de los terrestres tienen 6 patas”. Y es que, querido adefesio, los insectos nos sobrepasan, por mucho, en cantidad. Son muchos millones más. Y más rápidos. Viven menos, eso sí, pero son indestructibles. Se reproducen con asombrosa rapidez, en cantidades ingentes. El mosquito que usted aplasta con la zapatilla por la noche se mofa de sus energías gastadas. Sabe que él representa apenas nada para su especie. Lo que para usted es una molestia y le ha costado media hora de caza y desvelo, es una minucia, un átomo en la populosa raza de “seis patas” que domina el planeta.
Pero si los extraterrestres afinaran más, aterrizaran y dispusieran de medios apropiados, descubrirían que aún hay otra especie dominante en el planeta, una especie minúscula y de gran poder reproductor. Nos referimos a las bacterias. Ellas son las verdaderas dominadoras de la tierra. Ellas lo impregnan todo. Ellas pueden infectarte con una enfermedad mortal y es por su mediación que los alimentos ingeridos se metabolicen en tu cuerpo. Ellas te permiten vivir, te son necesarias, y ellas, a veces, te matan. Y se ríen de tus armas para combatirlas. Un antibiótico lo superan en veinte generaciones, es decir, en un cuarto de hora. Mutan a velocidades exultantes. Nada les hace daño. Cuando en el planeta deje de haber mamíferos, que será muy pronto, ellas persistirán. Morirán con la muerte del la Tierra misma. Y quizás ni eso, porque nosotros las ayudaremos a propagarse por otros mundos.
En comparación con estos verdaderos reyes de la creación, vosotros, adefesios y adefesias, sois criaturas llenas de vicios y bastante mal diseñadas. Dos patas (nosotros decimos piernas) hacen de nosotros seres inestables; dos ojos, sólo por delante, nos hacen descuidar la trasera y parte de los flancos. Un hígado es obviamente insuficiente para drenar todo el licor del que son capaces nuestras destilerías, un músculo como el puño de grande (vulgo, corazón) es muy poco para llevar el peso vital de 80 ó 90 kilos. ¿Y los pelos del sobaco, para qué sirven? Obviamente para producir depilatorios
Y tú, adefesio, creyéndote el rey de la creación. ¡Despierta!

La oveja feroz
13.04.09


Invitación de nuestros patrocinadores:

No hay comentarios:

Publicar un comentario