Dedicado a la feria del Libro de Madrid
La industria editorial está llena de subnormales que no distinguen una obra literaria original incluso si se la ponen debajo de las narices. Sus narices las utilizan sólo para oler dinero, o ni eso, porque los libros que publican, de escritores conocidos (conocidos por su vulgaridad, o por haber pasado su mejor momento), no siempre venden ni una edición. Pero como “tienen nombre”, consiguen que hablen de ellos los suplementos literarios y así, poco a poco, logran vender un poco, pero poco. Confesaba Andrés Trapiello que vendía de media unos 900 ejemplares de sus libros, ahora publicados casi en exclusiva por Pre textos. Pero intenten, escritor noveles, enviar un texto a Pre textos. Con el pretexto de tener muchos manuscritos, te devuelven el libro o te dicen que no les envíes más. Pero si las editoriales no reciben manuscritos de los noveles, ¿cómo van a enterarse de que ha surgido un escritor bueno, un libro importante? No lo saben, y lo que es peor, no les importa. Ellos publican a ese grupito de cien que en España monopoliza la ficción y el ensayo. Imposible penetrar en ese “cogollito” si no es con invitación del propio “cogollito”. Endogamia literaria. Y así les va, así nos va. Es imposible leer algo bueno salido de manos españolas. Menos más que nos queda Latinoamérica.
Y luego están las editoriales (son legión) que prefieren traducir a mediocridades extranjeras que publicar a un español sin nombre, sin darse cuenta de que el extranjero lo único que aporta es nombre, un nombre anglosajón generalmente, que por lo visto da prestigio. No es lo mismo un Fernández que un Connolly. Dónde va a parar.
Así las cosas, la mayoría de las editoriales no acepta manuscritos, pues por lo visto a ellas les nacen por generación espontánea, o degeneración espontánea. Y cuando dicen aceptarlos, te devuelven al cabo de un tiempo prudencial una carta firmada por la secretaria que te informa de que, sin entrar a considerar las cualidades literarias del texto (¿Y por qué no entran, si ese es un motivo de enviarlos y podrían hacernos mucho bien?), el libro no se ajusta a los planes actuales de la editorial, que por lo visto son secretos. ¿Cómo un libro no van a entrar en los planes de una editorial? ¿Acaso no se dedican a publicar libros, que nacen primero como manuscritos? ¿O es que se dedican a blanquear dinero?
Da grima ver las listas de los más vendidos, todo novela histórica con misterios trascendentes, códigos Miguel Ángel o biblias de cartón piedra. Todo porquería sin el mínimo interés, horriblemente escritos, para mentes alienadas por el consumismo editorial. ¡Vaya mierda que nos ofrecen! ¡Vaya puta mierdaaaaa!
Para entrar en terrenos más concretos: ¿Alguien recuerda algún premio Planeta como un libro importante? No hay ninguno. Todo basura consumible que dura lo que dura la promoción del libro. ¿Acaso no podrían haber acertado y haber premiado a una obra que hoy se considerase valiosa desde el punto de vista literario? No. Y así podríamos repasar casi todos los premios de las editoriales. Y siendo la cosa así, viendo que lo que publican no permanece ni resalta, ¿por qué no nos ponen alfombra roja a los genios que andamos por ahí sin poder publicar? Y para que vean que soy capaz de bajar a la arena del ejemplo, recordar que hubo un libro importante al que no se le hizo caso y hoy está olvidado: Más la ciudad sin ti, de Javier Mina, publicado por Pamiela Argitaletxea. Si no me creen, consíganla. Si pueden.
En fin, y para terminar, informar que durante el siglo XIX fueron rechazadas las siguientes obras: El libro de apuntes, de Washington Irving, Moby Dick de Herman Melville, Hojas de yerba de Walt Whitman, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Estudio en escarlata, de Arthur Conan Doyle; El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, los poemas de William Butler y La máquina del tiempo y La Guerra de los mundos, ambas de H. G. Wells. Si considera que eso pasó hace mucho tiempo, durante el siguiente siglo, el XX, tan próximo, las siguientes obras también fueron rechazadas en una primera instancia. Por el camino de Swan, primera entrega de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, El arco iris y El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, Retrato del artista adolescente, y Ulises, de James Joyce, A este lado del paraíso, de Scott Fitzgerald. Y acercándonos más hacia el presente, Santuario de William Faulkner, El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain, En el filo de la navaja, de W. Somerset Maugham, Animal Farm, de George Orwell, Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, Los desnudos y los muertos, de Norman Mailer, Mollow y Malone muere, de Samuel Beckett, El señor de las moscas, de William Golding, Lolita, de Vladimir Nabokov, Catch-22, de Joseph Heller, El tambor de hojalata, de Günter Grass, El espía que surgió del frío, de John Le Carré, La conjura de los necios, de John Kennedy Toole (rechazos que le llevaron al suicidio), El clan del oso cavernario, de Jean M. Auel, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (por Seix-Barral, digámoslo para que no se repita). Y ya más recientemente, Tallo de hierro, de William Kennedy, e incluso en 1992 se le rechazó al mismísimo John Grisham la novela A Time to Kill.
¡Despertad, editores, despertad!
La oveja feroz
01.06.10
Y luego están las editoriales (son legión) que prefieren traducir a mediocridades extranjeras que publicar a un español sin nombre, sin darse cuenta de que el extranjero lo único que aporta es nombre, un nombre anglosajón generalmente, que por lo visto da prestigio. No es lo mismo un Fernández que un Connolly. Dónde va a parar.
Así las cosas, la mayoría de las editoriales no acepta manuscritos, pues por lo visto a ellas les nacen por generación espontánea, o degeneración espontánea. Y cuando dicen aceptarlos, te devuelven al cabo de un tiempo prudencial una carta firmada por la secretaria que te informa de que, sin entrar a considerar las cualidades literarias del texto (¿Y por qué no entran, si ese es un motivo de enviarlos y podrían hacernos mucho bien?), el libro no se ajusta a los planes actuales de la editorial, que por lo visto son secretos. ¿Cómo un libro no van a entrar en los planes de una editorial? ¿Acaso no se dedican a publicar libros, que nacen primero como manuscritos? ¿O es que se dedican a blanquear dinero?
Da grima ver las listas de los más vendidos, todo novela histórica con misterios trascendentes, códigos Miguel Ángel o biblias de cartón piedra. Todo porquería sin el mínimo interés, horriblemente escritos, para mentes alienadas por el consumismo editorial. ¡Vaya mierda que nos ofrecen! ¡Vaya puta mierdaaaaa!
Para entrar en terrenos más concretos: ¿Alguien recuerda algún premio Planeta como un libro importante? No hay ninguno. Todo basura consumible que dura lo que dura la promoción del libro. ¿Acaso no podrían haber acertado y haber premiado a una obra que hoy se considerase valiosa desde el punto de vista literario? No. Y así podríamos repasar casi todos los premios de las editoriales. Y siendo la cosa así, viendo que lo que publican no permanece ni resalta, ¿por qué no nos ponen alfombra roja a los genios que andamos por ahí sin poder publicar? Y para que vean que soy capaz de bajar a la arena del ejemplo, recordar que hubo un libro importante al que no se le hizo caso y hoy está olvidado: Más la ciudad sin ti, de Javier Mina, publicado por Pamiela Argitaletxea. Si no me creen, consíganla. Si pueden.
En fin, y para terminar, informar que durante el siglo XIX fueron rechazadas las siguientes obras: El libro de apuntes, de Washington Irving, Moby Dick de Herman Melville, Hojas de yerba de Walt Whitman, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Estudio en escarlata, de Arthur Conan Doyle; El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, los poemas de William Butler y La máquina del tiempo y La Guerra de los mundos, ambas de H. G. Wells. Si considera que eso pasó hace mucho tiempo, durante el siguiente siglo, el XX, tan próximo, las siguientes obras también fueron rechazadas en una primera instancia. Por el camino de Swan, primera entrega de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, El arco iris y El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, Retrato del artista adolescente, y Ulises, de James Joyce, A este lado del paraíso, de Scott Fitzgerald. Y acercándonos más hacia el presente, Santuario de William Faulkner, El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain, En el filo de la navaja, de W. Somerset Maugham, Animal Farm, de George Orwell, Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, Los desnudos y los muertos, de Norman Mailer, Mollow y Malone muere, de Samuel Beckett, El señor de las moscas, de William Golding, Lolita, de Vladimir Nabokov, Catch-22, de Joseph Heller, El tambor de hojalata, de Günter Grass, El espía que surgió del frío, de John Le Carré, La conjura de los necios, de John Kennedy Toole (rechazos que le llevaron al suicidio), El clan del oso cavernario, de Jean M. Auel, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (por Seix-Barral, digámoslo para que no se repita). Y ya más recientemente, Tallo de hierro, de William Kennedy, e incluso en 1992 se le rechazó al mismísimo John Grisham la novela A Time to Kill.
¡Despertad, editores, despertad!
La oveja feroz
01.06.10
Bueno acusar pre-textos de endogamia quita al artículo cualquier credibilidad... si tantos crees en tus capacidades te puedes autoeditar, hoy es muy fácil...
ResponderEliminarEl problema es la distribución. Si tu te autoeditas, no puedes distribuirlo y se queda en nada. Lo de la endogamia no iba con Pre-Textos, que me gusta, se refiere a la generalidad. Pre-textos es un ejemplo que me afectaba y por eso lo nombro.
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